EL RETORNO DE UNA BIBLIOTECA (O LA REUNIÓN DE VARIAS)
LIA-FARO
Bogotá 2022
Exposición colectiva C-A-U-C-E-S
Instalación realizada por la agrupación Uno, dos o mas de dos; integrada por Marcela Medina, Natalia Mendieta y Catalina Ortiz
Señor H, me ha puesto usted en problemas. Estuve leyendo su texto Si mi biblioteca ardiera está noche. ¿Cómo decirle lo que le voy a decir sin profanarlo a usted y a casi todos los demás?. Es que yo regalé mi biblioteca, la preste y la perdí. Y como si fuera poco, escogí mis libros más queridos; para luego convertirlos girones. De esas páginas desmechadas salieron los collages que mas tarde titulé como “Nidos literarios”. Por lo que ve, en cierto sentido estamos distanciados. Señor H, aunque he leído muy poco, casi nada, al oírlo hablar a usted de sus libros, me conmuevo…Me conforta usted al trasmitirme sus sentimientos, me inspira a leer por supuesto, pero sobre todo a ser.
Intentare seguir el ejemplo de Homero, quien según usted tomada la vida como ella es, procurando abrirme a ver si una mínima parte de todas esas fuerzas de la naturaleza que usted cuenta se condensan en Wordsworth, se cuelan accidentalmente en mi interior. No puedo hacer una lista tan erudita como la suya, pero sí le voy hablar de unos pocos libros que conservé, ya mismo le cuento por que.
Aún tengo El Quijote de Cervantes, lo guardo porque me lo dio mi papá. Si, porque a través del Quijote mi papá me habló de su dualidad y su totalidad, de la tensión y la sinergia entre dos. Cada extremo del movimiento pendular no dura sólo un instante, a mi papá le duro la vida entera.
Usted pensará que mi atrevimiento es extremo. Cuando dice que Tolstoi todo lo sabía por su empatía psicológica y por sentirse a sí mismo en la naturaleza de sus personajes; no pude evitar recordar La historia sin fin de Michel Ende y a Atreyú su valiente personaje adolescente.
Ese libro -que supuestamente pertenece a la literatura infantil- me lo leí ya siendo adulta. Estaba muy enamorada (del primero de los dos grandes amores de mi vida). Señor H, le confieso que sí no es por ese libro, me habría perdido en mi misma y en ese amor tan desbordado. Como decirle, sentí que Michel Ende y Atreyú me entendían.
Voy a seguir hablándole del mismo libro, porque los míos son muy pocos y me puedo extender en cada uno; encontré resonancias en lo que usted dice sobre Dickens y Balzac: el primero porque lo supo todo en virtud de la imaginación y el segundo porque combino fantasía y seudo lógica. Viajaba en un avión, dejando en Bogotá a mi amado novio infiel cuando leí el capitulo del desierto de los mil colores y supe que todo iba a estar bien: sin importar el tiente, el tono, el brillo, la mancha o todas las mujeres con las que me iban a poner los cachos; yo iba a estar bien.
Usted habla de Chaucer y Voltaire, menciona que sus obras ciertamente no contienen la ultima palabra de la sabiduría humana, pero sí la penúltima. De acuerdo!!! Es que la última palabra de la sabiduría humana está -por lo menos para mi- en mi amado I Ching. Tan entrañable. Imagine usted que por cuenta del I Ching nació mi hija. Esa historia se la cuento otro día, es muy larga y mística y no se siquiera si la creería.
Por ahí se refiere usted a la voz de Eliot como el bello eco de su generación. ¡Ay, lo de la voz se lo entiendo tanto! A mi todavía me retumban los silencios de Agustina en Delirio de Laura Restrepo. Agustina clamaba sin hablar por Aguilar, por el comedimiento de Aguilar -que nombre este de Aguilar-. Ella intuía, que por él, se salvaría de ahogarse en las turbulentas aguas de la locura familiar.
Espere, por favor. No se canse, aguante un poco que le tengo que explicar. Ya se que todo esto que le cuento le parece absurdo y descarado. No prescindí de mi biblioteca porque sí. No fue un acto de rechazo, al contrario, cada libro se fue como un cuerpo amortajado flotando por el Ganges. Así como hacía Hanta, el personaje de Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil Hrabal, él construía ataúdes con libros prensados para conservar sus tesoros encontrados.
Por qué, se preguntará. Pues justamente por la misma razón que usted admira tanto a D.H Lawrence: por seguir a los “dioses oscuros”, por intuición, por necesidad visceral. Todo esto se trata de soltar para albergar. Es que no lo digo yo. Lo dijo usted: son esos dioses oscuros los que reinan la psique humana. Soltando mis libros, liberé mis dioses.
Señor H.
¿Y si su biblioteca ardiera? ¿Y si mi biblioteca retornara…?